La experiencia de amoblar la casa
Entre la larga lista de dulces dolores de cabeza que les espera a los futuros esposos figura sin duda alguna –y en lugar privilegiado- la experiencia de amoblar la casa.
Las parejas que estén leyendo este artículo que previamente han pasado por esta prueba de fuego o enfrentado una situación similar, seguro saben de la dimensión de lo que estamos a punto de hablar. Para los ingenuos soñadores, que en este momento se estén preguntando, “pero ¿por qué?”, “¡Si no hay nada más lindo que ir de compras con mi gordito/a!”, no entren en pánico. Se puede salir airoso de esta experiencia con una sobredosis de paciencia y sobre todo, mucho amor.
Las frases “lo que tú digas mi cielo” será las más repetida por los novios. Mientras que para las novias la pregunta, “¿estás seguro que puedes armarlo, amor?”.
Todo empieza un viernes por la noche cuando la pareja decide ir de compras el fin de semana. Llegan al centro comercial el sábado por la mañana. Se aseguran de que sea el más grande de la ciudad. Ese que tiene todas las tiendas donde puedan encontrar ese mueble rojo minimalista que él vio en una revista mientras esperaba la consulta del dentista. O ella, ese biombo de bambú para la sala que lucía bien en la publicidad de vacaciones en El Caribe que pasan por la TV… Es cuando sin pensarlo, los problemas comienzan. ¿Cómo lograr un equilibrio entre decoraciones totalmente opuestas?
Cuando él prefiere el contemporáneo blanco, negro o rojo. No porque aprecie lo moderno, sino que mientras menos posibilidades, mejor. Mientras ella anhela una mezcla de estilo hippie/hípster/vintage/rústico para su nuevo hogar. Pues bien, es entonces que esa visita de una mañana se convierte en días de internamiento en almacenes, y de dolorosos pies cansados. Lo que es peor, sacando cuentas, es el tercer fin de semana dedicado a la compra de muebles para la casa (sin contar las escapadas de ella durante semana) y tan solo han podido llevar las batas de baño en blanco. Porque es lo único en lo que sus expectativas han coincidido.
Las caras largas y las indirectas van y vienen durante la semana. Es momento de sentarse y replantear las cosas. Respirar y revisar juntos algunas revistas o Web sites de diseño y decoración que sirvan de inspiración. Consultar el presupuesto. De darle una segunda mirada con detenimiento al espacio que se desea amoblar. Si es posible tomar medidas. Ver el tipo de suelo, pared, puerta... Detalles que te llevarán a ti y a tu pareja a tomar una decisión que se ajuste a la realidad y sus posibilidades.
Retomen la faena positivos, dispuestos a ceder. Practiquen una y otra vez la frase ganadora: “lo que tú digas amor”. Porque en realidad, lo maravilloso de todo esto, no son los muebles nuevos, sino la felicidad de vivir a lado de la persona que se ama. Aunque no puedas evitar un extraño estremecimiento al ver esos individuales de sapitos amarillos mientras desayunas.